Érase una vez una noche en la que
cuatro amigos volvían de una feria. Ganaron un oso de peluche con los ojos muy
muy grandes, pero no lo querían, así que se deshicieron de él. Lo tiraron a la
basura. Ya era hora de dormir, se fueron a el dormitorio y de pronto apareció
el oso sentado en una silla frente a ellos, estaban aterrorizados, así que lo
tiraron por la ventana y por casualidad le atropelló un coche. Se dieron la
vuelta y estaba el oso sentado otra vez
en la silla, manchado de la grasa del coche. Ellos dijeron que estaba poseído y
así era. Llamaron para pedir ayuda y en cuanto se descuidaron ¡el oso no
estaba! Alguien llamó a la puerta, ellos creían que era la policía, ya que la
habían llamado. El mediano de los cuatro abrió la puerta y no era la policía ¡era
el oso! Un vez aterrorizados de verdad, al más pequeño se le ocurrió una
brillante idea para deshacerse del oso. Cogió las tijeras, le cortó las patas y
las mandó a cuba. El mediano le cortó la cabeza para mandarlo a china. El
grande el cuerpo para mandarlo a Portugal y el más grande los brazos para
mandarlos a Galicia. El más pequeño dijo con alivio: por fin nos hemos deshecho
de ese maldito oso. Pero no era como él creía, porque cuando se fueron a la
cama y apagaron la luz el oso apareció en los brazos del más pequeño con las
partes pegadas con celo.
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