Verano de 2015. Estaba la tarde
lluviosa, estábamos toda la familia en una casa en el campo, no apetecía salir.
Se oía a través de la ventana un
pequeño gemido, un sonido como el de un llanto.
Le pedí a mi padre que mirara por
las afueras de la casa para ver de donde venía el sonido.
Cogimos unos paragüas y salimos
al huerto. No veíamos nada, pero seguíamos escuchando como el llanto de un
animal. De pronto al acercarnos a un montón de leña el llanto se hizo más
fuerte. Miramos entre los troncos y encontramos a un pequeño gato recién nacido
empapado y tiritando. Miramos por los alrededores por si estaba su madre pero
no. El gatito estaba solo y desvalido.
Recogimos el animalito y le
metimos en casa, le secamos y le pusimos un platito con leche.
El animal pareció revivir, estaba
muerto de hambre. Teníamos una gran responsabilidad había que sacar adelante a
nuestro nuevo amigo.
Pero… aun no tiene nombre dijo mi
tía. Le podríamos llamar Minino. Bien, bonito nombre, le llamaremos Minino.
Al dejar de llover, salimos
afuera un rato y al salir a la carretera observamos una espantosa imagen. En la
carretera aparecían atropellados dos gatos grandes y otro pequeño. Creo que era
la familia de Minino.
Ahora somos su única familia y no
le dejaremos solo. Saldrá adelante seguro, le cuidaremos muy bien.
Jorge Álvarez Ramos
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